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La Roma en Europa League | Sheriff-Roma, Susto o Muerte en Tiráspol

Quién sabe si los casi 2.400 kilómetros que separan Roma de Tiráspol fueron los causantes. Quizás tenga algo que ver el empacho de goles que se dio el equipo pocos días atrás en el Stadio Olimpico. El caso es que los pupilos de José Mourinho saltaron al terreno de juego del Sheriff Stadium a verlas venir.

El primer tiempo estuvo repleto de acciones que rebosaban falta de intensidad y contundencia. En un gesto muy significativo, Diego Llorente le pedía mayor comunicación a sus compañeros de zaga tras salir de posición e ir a defender un ataque rival sobre el costado derecho. El plan era claro, forzar al Sheriff a jugar en largo para ganar duelos aéreos. Tanto el español como Ndicka no dieron opción por alto al cuadro moldavo. La estrategia parecía funcionar, pero ante las transiciones rivales la Roma al completo volvía a mostrarse débil como sucedió en aquella tarde no muy lejana en el Marcantonio Bentegodi de Verona.

La laxitud defensiva sumaba a la incomprensión global de juego que protagonizó la Roma durante los primeros cuarenta y cinco minutos. El posicionamiento defensivo local obligaba a que alguno de los dos centrales exteriores tomaran protagonismo en la construcción de juego. De esta manera negaban a ello a Llorente, notable alto en este sentido ante el Empoli. La inmovilidad y pasividad de centrocampistas y delanteros se contagiaba, y las opciones de elaborar juego se reducían a balones largos sin ni siquiera haber sido capaces de generar ventajas numéricas.

El tanto en propia meta de Kiki maquillaba las malas sensaciones, algo que brotó con fuerza en el instante en el que Aouar defendió un balón parado con la mirada, permitiendo a Tovar anotar el gol del empate y completando de esta manera una actuación muy discreta. El jugador argelino, estando sesenta minutos sobre el tapiz, fue el centrocampista giallorosso con menos intervenciones (21) a excepción de Renato Sanches, que jugó la mitad de tiempo que su compañero (20).

El toque de corneta de José Mourinho funcionó. La entrada de Paulo Dybala, Edoardo Bove y Leonardo Spinazzola revitalizó el juego. Los dos primeros se movieron con ligereza por el campo dibujando líneas de pase. Justamente lo que se echó en falta en el primer tiempo. Cristante apareció, y el equipo creció futbolísticamente. Tanto él como Spinazzola finalizaron el encuentro con 2 pases clave. Bove añadió un plus de intensidad tanto en defensa como en las transiciones. Es una obviedad, pero su compresión del juego y de las necesidades del equipo están muy por encima de Renato Sanches, aún en proceso de adaptación.

Párrafo aparte merece Dybala. En un equipo tan tendente al juego en largo, el argentino acorta las distancias, permitiendo pases en corto que disminuyen el riesgo de pérdida. Su movilidad sacude a las defensas, abre espacios y las hace dudar. Da una continuidad al juego que ningún otro jugador de esta plantilla es capaz de conseguir. El partido dio un giro de 360º. La Roma supo encontrar apoyos por dentro, y por primera vez, se activó al espacio tras las recepciones de espaldas de Romelu Lukaku.

El gol del belga metió los tres puntos en el bolsillo romanista, pero también debe servir para marcar una tendencia de juego. Los recursos de la plantilla permiten seguir trabajando la fase ofensiva del juego. No basta con especular y defender. Hay partidos en los que se debe salir a ganar, y mostrar la superioridad no con relajación como en el primer tiempo en Moldavia, sino con ambición como se mostró en los segundos cuarenta y cinco minutos.

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