Vender, vender y vender más, ese es el mantra antes de poder comprar otro mediocampista, escribe Francesca Ferrazza en La Repubblica. A un año de la llegada de los Friedkins, la Roma está estancada en el mercado por un presupuesto lastrado por costosos despidos y por una deuda financiera de 311,7 millones de euros, que obligó a los propietarios a desembolsar otros 25 en julio. Millones de euros, de nuevo en la cuenta de préstamos para accionistas, para «apoyar las necesidades de capital de trabajo de la empresa». En la práctica, un soporte de liquidez, tras el de más de 10 millones en junio y los 40 pagados en diciembre. Liquidez que también falta por la imposibilidad que da la emergencia del Covid de tener ingresos de una campaña de abonos que, con la presencia de Mourinho, muy probablemente habría registrado cifras récord este verano. Por eso están en el mercado Florenzi, Olsen, Nzonzi, Pastore y todos los que puedan salir jugadores que se consideran demasiado caros en esta etapa.