Claudio Ranieri, asesor principal de la Roma, hizo unas declaraciones durante la ceremonia de entrega de la Figurina d’Oro 2025, ante los micrófonos de la Asociación Italiana de Entrenadores de Fútbol.
¿Cuál es la cualidad que no puede faltar en un entrenador para ser un entrenador competente?
«Es difícil decirlo sin pensarlo. Sin duda, la lealtad con los jugadores, decir lo que piensas, incluso si es algo malo. Hay que entender quién es más susceptible, si hay que dar una reprimenda general… Pero siempre he dado la reprimenda uno a uno, cara a cara. Nunca he dado una reprimenda para decir: «Es tu culpa si perdimos, mira lo que hiciste». Nunca me gustó. Siempre he intentado mejorar el material y he tenido la suerte, sobre todo en los últimos años, de tener varios vídeos de las acciones para mostrar las cosas bien hechas y las mal hechas. Porque creo que el estímulo de mostrar las cosas bien hechas es más importante que el de mostrar las cosas mal hechas. Naturalmente, en los partidos se vuelve a ese error, intentando mejorar. Hay jugadores que lo entienden después de una vez, otros que, por desgracia, no lo consiguen. Si puedes, cambias a ese tipo de jugador; si no, le das muchas caricias e intentas que avance.
Ha pasado cinco décadas en el banquillo, desde los 80 hasta hoy: ¿cómo ha cambiado el rol del entrenador?
«Ha cambiado por completo. Siempre hay que actualizarse. Cuando me despidieron, siempre viajaba por Europa para ver cómo trabajaban los entrenadores, porque creo que es importante. Sé que ahora Coverciano lleva a quienes hacen el supercurso a ver durante unos días cómo entrenan otros entrenadores, y creo que es importante abrirles la mente. Empecé en el Vigor Lamezia y fui ascendiendo; en Cagliari creyeron en mí, llegamos a la Serie C, B y A. En España la apertura mental es total; somos un poco esclavos de la táctica, tanto que los jugadores fuertes vienen aquí y les cuesta integrarse. Allí, en Inglaterra y Francia, la táctica es importante, pero no tan especial como aquí. Di los conceptos básicos e intenté, basándome en las cualidades de los jugadores, integrarlos entre sí».
La escuela italiana de entrenadores es una de las pocas universalmente reconocidas y apreciadas. Dada su amplia e importante experiencia internacional, ¿qué representa nuestra escuela y qué la diferencia de la forma en que entrenan otros países?
«Mantenemos a los jugadores demasiado enjaulados. Es bueno ser abiertos, verlo todo bien, manteniendo lo que somos. Sin quedarnos con anteojeras. Claro, cuando dicen que somos ‘catenacciari’, no les hagan caso: cuando vemos otros partidos y hay un equipo más fuerte, debemos mantener a los diez bajo la línea de tiro. Italianos sí, pero con una gran apertura de mente».
Usted comenzó a entrenar en la época del cuento de hadas de Verona, que acaba de celebrar 40 años de un campeonato histórico. Y alcanzó la cima de su carrera hace 9 años, en el Leicester, cuando logró lo que se ha reconocido como la hazaña más extraordinaria del fútbol moderno: pero ¿podría haber otros Osvaldo Bagnoli y otros Claudio Ranieri en el negocio del fútbol del tercer milenio?
«Cuando llegué allí, el Leicester acababa de despedir a su entrenador y estaba en retirada. Los llamaban el ‘equipo yo-yo’, un equipo con altibajos. Cuando llegué, el presidente me pidió que los rescatara. Y poco a poco llegamos a los cuarenta puntos. Intenté no cargar a los chicos con responsabilidades. Paso a paso, creamos esa maravillosa simbiosis entre entrenador, equipo y afición. Espero que haya otros Leicesters. ¿Será difícil? Espero que no. Espero que un equipo encuentre su estrella polar y que, ese mismo año, los otros grandes equipos de la misma liga no tengan resultados consistentes. Espero que sí, porque esa es la belleza del fútbol».
