Fueron cinco mil los aficionados del Feyenoord cuando el 19 de febrero de 2015 tomaron el centro histórico de Roma. Casi todos estaban borrachos y destrozaron la Barcaccia de Bernini. No satisfechos, los hooligans estallaron en enfrentamientos con la policía. Esta vez, escribe Alessia Marani en Il Messaggero, las autoridades de la capital italiana pretende evitar que los neerlandeses vuelvan a convertir la ciudad en un campo de batalla.
Este sábado en la mañana, durante una reunión del comité de seguridad y orden público, convocada por la prefecto Raffaela Moscarella, se formalizará la decisión de cerrar el sector visitante del Estadio Olímpico y prohibir la venta de entradas para el estadio a todos los residentes en los Países Bajos de para el partido de la Europa League entre Roma y Feyenoord, previsto para el jueves 20 de abril en el Olímpico. La tensión es muy alta porque los dos hinchadas no se limitan y la Digos ya ha interceptado algunas amenazas. «Listos para destruir la ciudad«, la provocación holandesa. «Si vuelven a tocar la Barcaccia, ya verán«, respondieron los giallorossi.
Para alimentar el odio, que corre el riesgo de trasladarse de las gradas a las calles, está la simpatía que une a los rojiblancos del Feyenoord con los ultras del Napoli con los que los romanistas están en un punto alto de su rivalidad tras el enfrentamiento que se produjo en la Auto Strada Al 1. El pasado mes de enero. Tan pronto como la UEFA efectuó el sorteo de la eliminatoria, el alcalde Gualtieri apeló al Ministerio del Interio para pedirle al gobierno que impusiera de inmediato la prohibición de viajar desde el país de los tulipanes. Una medida generalmente no aceptada por la federación europea.