Había dudas. Y con motivos. Había miedo. Y con razones de peso. Pero los aficionados de la Roma pudieron respirar tranquilos cuando Dybala confirmó que continuaría en el equipo de De Rossi. Una continuidad que no hace más que salvar a la pelota.
No solo los aficionados de la Roma cogieron aire y pudieron ocupar sus mentes en otra cosa. Diría que cualquier aficionado del fútbol se alegró de que el argentino siguiese en Europa y no aceptase la oferta saudí que le iba a bañar en oro y vestir en diamante.
A pesar de todas las críticas que solemos lanza hacia este tipo de ofertas, lo cierto es que debemos ser sinceros y asumir que no es fácil decir no a tanta cantidad de dinero. Y aunque los futbolistas cuenten con fichas millonarias y salarios de envidia, ninguno estamos exentos de las tentaciones.
A lo que íbamos. Lo que cuenta es que Dybala ha dicho ‘no’ a Arabia Saudí. O desde otra perspectiva: ha dicho ‘sí’ a la Roma. A la Roma y a los romanistas, a su familia. Porque la decisión no la ha decantado la escasa propuesta saudí, sino el amor que la Roma y sus aficionados le profesan a ‘La Joya’.
Y con esta decisión, el fútbol gana un poco más. Gana bastante. Porque quizás sea de los últimos argumentos de amor a este deporte, a la gente que le rodea y, al fin y al cabo, la que mantiene en alza al balón. También ganan los niños y niñas que, en el futuro, sueñan con ser futbolistas. Porque, de seguro, Dybala nunca soñó jugar en Arabia Saudí cuando pateaba la pelota en las calles de Córdoba, pero sí que lo hizo con hacer grandes cosas en Europa y liderar un proyecto importante. Y no solo eso, también ser tan querido en un sitio que, ni por todo el oro del mundo, pudiera marcharse.
Gracias por hacernos creer un poquito más en el fútbol, Paulo.