La Roma nunca ha ganado dos finales seguidas en Europa, también porque nunca había logrado un título de la UEFA antes de Tirana. Si tiene éxito en Budapest, establecerá un récord. Pero vencer al Sevilla también marcaría un récord en la inmensa carrera de José Mourinho: excluyendo las Supercopas, él y Giovanni Trapattoni están por delante de todos con cinco trofeos.
En Budapest Mourinho puede entonces ascender a 6, donde nadie ha llegado nunca en el fútbol. La pareja ítalo-portuguesa ya está por delante de Alex Ferguson, Carlo Ancelotti, Unai Emery, Bob Paisley y Nereo Rocco, todos los cuales han llegado a cuatro. Pero una cosa es compartir roles, una cosa es poner tu cabello frente a todos.
Y eso es lo que intentará hacer Mourinho, ayer cuestionando ante los micrófonos de DAZN precisamente sobre la historia del Sevilla. Su respuesta es un canto de alegría para los romanistas: «La historia no juega». También porque si fuera solo una cuestión de pedigrí, la final del miércoles estaría definida: Monchi, poco popular por estos lares, ganó seis de seis finales con el Sevilla, mientras que Mourinho está invicto en las cinco ocasiones anteriores en las que enmarcó una de las tres copas de Europa cercanas.
Han pasado exactamente veinte años desde la hazaña de Sevilla, cuando con el Oporto superó al Celtic y celebró la Copa de la UEFA, progenitora de la Europa League. Y ahora es precisamente ante el Sevilla donde espera cerrar el círculo, para luego dedicarse a planificar el futuro.
Porque siente pasar entre dientes un gol legendario, que por unos días debe prevalecer sobre cualquier necesidad subjetiva. Y quizás porque en su corazón, arropado por el cariño de los romanistas, todavía tiene una puerta abierta a los Friedkins: si la Roma se clasifica para la Champions League, y por tanto vuelve a Fiumicino con otro trofeo en su mano, quizás lo evalúen la propuesta de renovación del contrato que (todavía) no ha llegado cuenta Corriere dello Sport.
Pero también puede ocurrir lo contrario: precisamente porque logró el enorme resultado de ganar dos copas de Europa en dos temporadas, Mourinho se va de Roma sabiendo que ha llegado a la cima de la montaña con muchos témpanos de hielo bajo los pies.