Unas horas antes, en el vestuario de San Siro, tras la derrota ante el Milan, había invitado al equipo a no darse por vencido: «Tres partidos después y estaremos de nuevo en zona Champions, síganme«. Así que ayer Mourinho, cuando cruzó las puertas de Fulvio Bernardini de Trigoria, estaba preparado para dirigir el entrenamiento de las 10.45 horas. A las 8.30 – cuenta Stefano Carina en ‘Il Messaggero‘ – lo llamó Dan Friedkin, que había aterrizado en la capital la noche anterior. Media hora fue suficiente para cerrar su despido. Sesión aplazada para la tarde a la espera de que el entrenador abandone Trigoria.
Con el rostro transfigurado, en una versión portuguesa del grito de Munch, José paró para un par de fotos con la afición en la plaza Dino Viola. Sin embargo, se emocionó cuando tuvo que despedirse del equipo. No lo esperaba. Como futbolista, con mil amistades repartidas por Europa y el mundo, había sabaido de conversaciones indirectas tanto con Thiago Motta como con Xabi Alonso pero estaba seguro de que se referían a la próxima temporada. Dan Friedkin nunca había digerido tener la espalda contra la pared cuando Mourinho salió del armario, declarando abiertamente que él también quería quedarse con un proyecto basado en los jóvenes.
La sustitución por De Rossi fue la genialidad que cerró el círculo: recomendado por su hijo Ryan, ¿quién mejor que Daniele podría sustituir al chamán portugués en el corazón del pueblo? Para los Friedkins, Daniele, aunque les impresionó con su entusiasmo y determinación, es actualmente una solución provisional. Con Mourinho pasando del entusiasmo del fichaje a la alegría de Tirana, poco a poco se fue arrastrando hacia la decepción de Budapest. Y un cargo muy específico. A los Friedkins no les gustó la falta de responsabilidad del entrenador. Después de una derrota, una excusa siempre estaba lista. Para unos dueños que no hablan pero que tiene una cultura muy específica de toma de decisiones corporativas, el límite era total. Así que Mou, después de haber vaciado el estudio y despedirse, subió al coche y realizó un singular recorrido, parecido a una despedida, pasando por Eur, Monteverde, el Janículo y luego entrando en un conocido hotel a 400 metros de… De Rossi. Poco antes, un camión con lo cargado en el polideportivo había descargado el material del portugués en el almacén del hotel.