Este viernes verá desde el banquillo a su colega Diogo Costa atajar en el Dragao ante Eslovaquia, en el primer partido de la fecha FIFA de octubre, pero al regresar a Italia tendrá que defender a la Roma mucho mejor que al inicio de la temporada. Rui Patricio está viviendo una etapa así, entre el club y la selección portuguesa escribe Roberto Maida en el Corriere dello Sport.
Ya se trate de fluctuaciones normales en su curva profesional, propias de cualquier portero, o de un descenso determinado por el deterioro biológico de los deportistas a partir de cierta edad, el campo lo dirá a partir del partido contra Monza. Sin embargo, las dificultades surgidas en las primeras ocho jornadas del campeonato les costaron puntos y certezas. Para el futuro, más allá de la dócil competencia de Svilar, la Roma necesita un heredero válido. De momento no hay ningún proyecto de traspaso, como ocurrió en Portugal incluso antes de la llegada del nuevo entrenador Roberto Martínez. En casa, el crecimiento del portero del Portero, nacido en 1999, fue tal que ya no deja dudas sobre la sucesión.
En Trigoria es diferente: porque Mourinho todavía tiene fe en el portero que quiso en su primer verano en la Roma tras la sugerencia de su más experto colaborador en el tema, Nuno Santos. Y porque Rui Patricio ha dado algunos signos de recuperación en las últimas semanas: en los cinco partidos posteriores al parón, si excluimos al fracaso colectivo ante el Genoa, ha encajado dos goles.
Errores evidentes como el visto ante el Verona o el torpe penalti cometido ante el Milan no se han vuelto a ver. Y si las cifras en general siguen siendo insatisfactorias, 12 goles encajados, es decir, una media de 1,5 por partido, también depende del cambio de comportamiento colectivo del equipo, que casi duplicó los goles marcados en comparación con el año pasado, sacrificando al mismo tiempo el equilibrio defensivo.
A Rui Patricio no le molestan en absoluto las dificultades ni las críticas, que considera parte del juego. Le llevaron a Roma precisamente por eso: es un futbolista que ha aprendido dos conceptos básicos para un portero. El primero: es mejor tener un rendimiento constante que producir altibajos. El segundo: nunca mires atrás después de un error, más bien piensa en la siguiente parada. No todo le está saliendo bien ahora. Pero tarde o temprano estas enseñanzas le ayudarán a evitar más catástrofes.