José Mourinho se volvió loco durante ella partido de la Roma contra Verona. Con su equipo, por supuesto, por haber encajado dos goles en la primera parte, pero también con el árbitro Pairetto con el que ya tuvo un encuentro en el pasado partido contra el Bologna, cuando Abraham fue sancionado injustamente y obligado a perderse el siguiente partido contra el Inter.
La de Mourinho contra Pairetto, en la segunda mitad fue una batalla inevitablemente ganada por el árbitro que expulsó al Special One a la enésima protesta. ¿Por qué? La constante pérdida de tiempo del Verona (sin sacarle ni una tarjeta) entre calambres, lesiones, lenta reanudación del juego y pasarelas durante las sustituciones. El técnico se desató así, primero lanzando un balón en la grada, luego haciendo el gesto del teléfono al árbitro, el cual todavía tiene un significado poco claro, y que en consecuencia le expulsó.
«Recupero todo», dijo el colegiado a los jugadores en el minuto 71, luego a los cinco minutos de partido tras la doble interrupción por lesión de los jugadores del Hellas. Sin embargo, en el nonagésimo, el cuarto hombre levantó el retroproyector indicando sólo cuatro minutos de recuperación. Un gesto de enfado del banquillo giallorossi, más los pitidos de los 34 mil en el Olimpico.
Y tenían razón Mourinho. Porque en la segunda mitad el tiempo de juego real fue de solo veintiséis minutos de cuarenta y nueve (incluida la recuperación) según Corriere dello Sport. Poco, de hecho, muy poco. Un partido siempre interrumpido por los constantes pitidos de Pairetto que utilizó una vara de medir nunca uniforme durante el juego. Veintitrés minutos sin jugar en una mitad, luego cuatro minutos de recuperación a pesar de las muchas interrupciones en el partido, los dos goles que inevitablemente restaron tiempo al partido, pero también las nueve sustituciones realizadas por los dos equipos en la segunda mitad. Este es el motivo de las continuas protestas de Mourinho y el banquillo de la Roma.