Verlo ayer sobre el césped en Albufeira hizo comprender por qué dijo ‘no, gracias’. José Mourinho está demasiado concentrado en la Roma, en la segunda mitad y en el sprint de los giallorossi hacia la Champions. Y es demasiado meticuloso y preciso como persona y como entrenador para pensar que puede hacer una doble tarea en el mejor de los casos. Y luego la FPF (la Federacão Portuguesa del Futebol) tendrá que esperar un poco más -subraya Andrea Pugliese en ‘La Gazzetta dello Sport‘- para esperar poder verle en el banquillo de la selección lusitana.
Mourinho ha decidido, por tanto, seguir pensando exclusivamente en la Roma. Al que le une un contrato hasta 2024, con el club giallorossi que difícilmente le hubiera permitido cumplir la doble función, teniendo en cuenta además que la Roma también podría tener que jugar cada tres días de aquí a junio. Pero entonces, más allá de la desgana de Mourinho, ¿cómo se ha podido enmarcar la cosa? Difícil de imaginar, precisamente también por la falta de voluntad del club para tomarlo en consideración.
También porque Mou de la Roma llega a cobrar casi 8 millones de euros netos al año y para liberarlo, en cualquier caso, los Friedkins hubieran querido una compensación. Compensación, eso sí, a la que la federación portuguesa habría tenido que sumar entonces la contratación de un entrenador sobre el que montar un proyecto de al menos 4 años de contrato (para cerrar el ciclo entre la Eurocopa de 2024 y el Mundial de 2026) .
En definitiva, incluso imaginando cifras inferiores a las que actualmente gana Mou en Roma, para la federación portuguesa hubiera sido una inversión monstruosa. Al fin y al cabo, hace menos de un mes el propio Mourinho había sido explícito hablando precisamente de esta posible posibilidad: «En el futuro quizás me plantee también la idea de ser seleccionador, pero de momento no me interesa«. Así es hoy, ya veremos en el futuro. Quizás tan pronto como el próximo junio, si Portugal quiere esperar. Y también si Mourinho realmente quiere cambiar su vida de entrenador.
