En la vida algunos matrimonios que se hacen por amor y otros por interés. Sin embargo, si eres el Special One, a veces incluso logras combinar los dos aspectos de manera ganadora, escribe Massimo Cecchini en La Gazzetta dello Sport.
Eso es lo que intenta hacer José Mourinho, después de que la final de la Europa League perdida ante el Sevilla le condenara una temporada de «títulos cero». Las palabras pronunciadas sobre el césped y en el interior del estadio de Budapest además de la noche de insomnio y furia pasada con sus leales contienen, de hecho, todos los matices posibles de su pensamiento, incluidas las tentaciones ocultas del PSG (en el que el director deportivo Campos trabaja para traerlo) y del Real Madrid (en el que manda el presidente Florentino Pérez, al que está vinculado). Aquí, dado que los cantos de sirena no son explícitos porque todavía son demasiado tímidos, es por eso que la opción de seguir en la Roma sigue siendo la más fuerte, también a la luz de un contrato de casi 8 millones de euros hasta 2024.
«El equipo merece más y yo merezco más«. Pero, ¿qué quiere Mourinho? Una plantilla más estructurada con 22-24 jugadores de igual valor y, según precisó, alguien que libra algunas batallas -en primer lugar las arbitrales- sin tenerlo expuesto. Pero las protestas de los árbitros son lo más alejado del espíritu del deporte estadounidense, al igual que el hecho de que los presupuestos deben ser saludables es un mantra. Y de momento, la Roma aún no sabe si jugará la Europa League o la Conference.
Luego está también el aspecto de los tiempos. El portugués lleva pidiendo una reunión con los Friedkins desde enero, pero hasta el momento la petición no ha sido concedida. Es lógico que, si se produjera una separación, no se podía perder el tiempo porque el club tendría que elegir un recambio, pero la pelota está ahora en el campo de los Friedkins, que creen que un contrato existente tiene valor.
