Antes de transformar a Daniele De Rossi en Mister Wolf de Pulp Fiction, el que resuelve problemas, debemos esperar algunas pruebas más convincentes que aquella ante Verona. El partido del lunes, en Salerno, elevará un poco el listón escribe Luca Valdiserri en el Corriere della Sera. Del partido del sábado, que debía dar 3 puntos a toda costa y lo consiguió, aún podemos extraer 3 testimonios del compromiso que De Rossi está poniendo en ser (según sus palabras) «tratado como un entrenador y no como una bandera del pasado». Primero: era necesaria una ruptura clara con el pasado y De Rossi cambió de formación, pasando de la defensa de 3 a la 4. Lo hizo por necesidad pero también por elección ideológica. “Defendiendo con cuatro gano un jugador entre el centro del campo y el ataque”. Lukaku estuvo menos solo que de costumbre y, aunque no hizo un gran partido, se benefició.
Segundo: en vísperas del Milan-Roma, sin saber que sería su último partido, Mourinho afirmó que «sin Dybala no hay ningún jugador en la plantilla que pueda hacer la conexión entre el centro del campo y el ataque«. Puede ser verdadero o falso, pero no pare ser la mejor forma de motivar al jugador que tendrá que sustituir a Dybala. Problema amplificado por las recurrentes ausencias del argentino por lesión. Dybala, poco cómodo en el 4-3-3 y temeroso de volver a lesionarse, tuvo muy poca incidencia en el partido. La Roma aún sin él en el campo logró construir acciones peligrosas.
Tercero: la Roma bajo mucho la intensidad en la segunda parte, concedió un penalti no visto por el árbitro pero descubierto por el VAR y tenia motivos para quejarse del «bloqueo» de Serdar a Bove que permitió el desarrollo de la acción del gol Hellas. El banquillo de la Roma mantuvo la calma. No vimos la furiosa protesta que, bajo la dirección de Mourinho, en dos temporadas y media, provocó 29 tarjetas y varias rojas al’ Special One‘ y su staff. De Rossi es un «rosicone», pero conoce cada detalle del fútbol italiano.