Hay una cosa que llama la atención en Daniele De Rossi: cuando habla del equipo casi siempre lo hace en primera persona del plural. «Hemos decidido; eso pensábamos”. Algo que no siempre es un hecho entre los entrenadores, como tampoco lo era que De Rossi admitiera, después del partido ante Feyenoord, que la decisión de convertir a Zalewski en el quinto lanzador de penaltis no era sólo suya. O mejor dicho: él tomó la decisión, el consejo decisivo se lo dio Emanuele Mancini, su mejor amigo y colaborador técnico. Él es quien había visto patear bien al polaco en los entrenamientos cuenta Jacopo Aliprandi en el Corriere dello Sport.
Pero no sólo Mancini. De Rossi también confía mucho en todos los demás hombres que trabajan con él, como su segundo Guillermo Giacomazzi. El preparador atlético Gianni Brignardello. De Rossi lo conoció en la selección en los tiempos de Ventura, y aportó mucha variedad en propuestas formativas a Trigoria. Y a los jugadores les gusta esto, sobre todo porque De Rossi, cuando puede, hace entrenar al equipo, tanto física como tácticamente, hasta dos horas.
Y por tanto hay que ser bueno midiendo fuerza, velocidad y resistencia. En el cuerpo técnico también figuran el analista de partidos Francesco Checcucci y el entrenador de porteros Simone Farelli, que ya ocupó el puesto de tercer portero en la Roma y tiene pasado en las categorías menores. En comparación con los demás, tiene menos experiencia, pero conociendo bien a Trigoria pudo tocar las fibras sensibles adecuadas y está trabajando duro con Svilar. Y Rui Patricio: el portero portugués no estará muy contento por haber perdido su puesto, pero en los entrenamientos ayuda a su colega más joven y también al entrenador.