No le crean a Mourinho cuando dice: “Lo siento por mis jugadores cansados que ahora tienen que irse a la selección. Yo me sentaré en la playa a mirar el mar”, escribe Luca Valdiserri en el Corriere della Sera.
Regresará a su hogar en Portugal y se tumbará al sol, pero ya piensa en los próximos pasos para que la gran alegría de Tirana, que ayer paralizó a toda la ciudad, sea punto de partida y no de llegada. Antes de ser bañado con champán por sus jugadores, en la rueda de prensa posterior a la final de Conferencia ganada al Feyenoord, el Especial trabajaba en el futuro próximo: “No teníamos la plantilla adecuada para llegar al cuarto puesto. Podríamos haber ganado la Copa y lo hicimos”.
Mourinho siempre ha hablado con mucho respeto de la familia Friedkin, que lo vinculó a la Roma con un mandato de tres años, pero usó y usa la misma claridad para decir lo que le gusta y lo que no le gusta. Ahora hay que subir el listón. Los objetivos para la próxima temporada son clasificarse para la Champions League y una buena, preferiblemente excelente, Europa League.
Los Friedkins mantendrían a Mourinho de por vida, incluso en un puesto de alta dirección si quisiera dejar de entrenar o solo hacerlo a tiempo parcial con la selección de Portugal, que siempre ha visto como la última etapa de su carrera en los banquillo. En Roma sería un Sir Alex Ferguson al cuadrado.
Escenarios fascinantes, pero Mourinho es pragmático y sus primeras peticiones son de inmediatez. Y son estas: tres compras importantes, una para cada departamento. Hay muchos nombres, desde los concretos (Senesi del Feyenoord, Douglas Luiz del Aston Villa, Xhaka del Arsenal) hasta los nada sencillos (Raspadori), pasando por los dificilísimos (Dybala).