Treinta años después del último partido disputado en esas instalaciones, la Roma está considerando concretamente la posibilidad de volver a jugar en Flaminio, escribe Massimo Cecchini en La Gazzetta dello Sport.
Los créditos amarillos y rojos de ese estadio llegaron en la temporada 1989-90 -la del exilio del Olímpico por los trabajos previos en el Olímpico para el Mundial «Italia 90» – pero la película podría incluir un «remake», esta vez en versión taquillera.
Así lo demuestra el hecho de que la familia Friedkin, la nueva propietaria del club, si logran obtener la concesión del Ayuntamiento, está pensando en llevar adelante el proyecto de renovación el estadio ubicado en la zona de Renzo Piano, ya en 2013 se había trabajado en un plan similar de reestructuración de la zona. Por otro lado, si el proyecto original de Antonio Nervi, flanqueado por su padre Pier Luigi, fue considerado unánimemente una joya, verlo renovado por un «archistar» como Piano da una medida de interés.
El plan en Tor di Valle ya no convence, y también hay problemas con las ideas relacionadas Fiumicino y Tor Vergata. Así se concreta la idea de Flaminio, que pretende acercar a 45.000 espectadores, invirtiendo un total de unos 350 millones. Si entonces se pudiera actuar en sinergia con la reestructuración del antiguo cuartel en desuso de la zona (y el futuro gerente Scalera sabe de lo que estamos hablando, porque fue director de Hacienda del Estado), todo podría tener sentido. Por supuesto, si las limitaciones arquitectónicas pueden superarse con la nueva ley de estadios (pero hay quienes hablan de inconstitucionalidad), el tráfico, el orden público y las cuestiones arqueológicas no facilitan la tarea.