Mientras De Rossi eligió unas vacaciones en Islandia para superar el estrés de su despido, la Roma dio otro pequeño giro a la etapa de reestructuración: Lorenzo Vitali no será el director general, ni siquiera de forma interina, ni siquiera para gestionar la transición.
El abogado permanece en Trigoria con su rol habitual, es decir, el de jefe del grupo de expertos en jurisprudencia que gravitan en torno al club asegura Corriere dello Sport. Pero es probable que los Friedkins, recordando su cercanía a Lina Souloukou, quisieran hacer un cambio decisivo también en el puesto de director general, a quien se le confiará la gestión del expediente del estadio, del que hasta hace poco el propio Vitali se ocupaba continuamente.
En resumen, la Roma vuelve a la caza de entrenadores. De momento, la parte administrativa vuelve a estar bajo el control directo de Ryan Friedkin, hijo del dueño y vicepresidente en funciones del club. El ala deportiva, en cambio, recaerá sobre los hombros de Florent Ghisolfi, apoyado por el secretario general Maurizio Lombardo. Pero en Trigoria se rumorea que, además del nuevo director general, finalmente podría llegar a la Roma un directivo que provenga del mundo del fútbol y que puede actuar como vínculo entre el equipo, el club y los propietarios. Un Totti que no es necesariamente Totti. ¿Qué puede pasar dentro de unos meses? La entrada en el Everton cambiará necesariamente el equilibrio de gestión de la propiedad.
La carta abierta a los aficionados, publicada el lunes y firmada por la familia, tenía como objetivo subrayar el renovado compromiso con la Roma. Pero los rumores sobre la venta de la empresa siguen circulando, incluso en ausencia de una oferta real. Las grandes inversiones en el mercado del fútbol, útiles casi todas para mejorar las reservas del equipo con un recorte significativo de la masa salarial general, pueden leerse en ambas direcciones: mejorar el equipo del presente y del futuro pero también crear una base más atractiva. para compradores potenciales. El mismo tema del estadio Pietralata, mencionado al principio, ha adquirido contornos un tanto extraños: el Ayuntamiento está esperando el proyecto final, siempre parece dispuesto a recibirlo, pero nadie se lo entrega.
