José Mourinho difícilmente se saldrá con la suya, osea con el mínimo de dos jornadas previstas por el reglamento por insultos y ofensas al árbitro Taylor, escribe Fabio Licari en La Gazzetta dello Sport. Es mucho más probable una sanción de tres o cuatro fechas a cumplir en la próxima temporada.
La UEFA no está contenta con lo ocurrido en Budapest, y esta convencida de que la Roma uso una estrategia precisa para crear problemas. Las investigaciones por parte del Comité Disciplinario de Nyon han comenzado y la base de datos de precedentes, en Europa y en Italia, ha puesto en relevancia un dato preocupante: 15 tarjetas rojas esta temporada entre el técnico (2) y su staff. El curso pasado, 6 en la liga. Objetivamente son demasiadas amonestaciones incluso en clave para la competición europea ’23-24: la Roma estará en la Europa League como cabeza de serie, finalista derrotado y entre los favoritos.
Pero no contará con su entrenador en los primeros partidos. Por otro lado, la UEFA ni siquiera piensa en sancionar a Taylor, de hecho el árbitro y su familia fueron invitados por el presidente Ceferin al estadio Ataturk de Estambul para ver el City-Inter. Mientras tanto, el arbitraje de Taylor fue analizado minuciosamente y la valoración por el órgano rector del fútbol europeo fue positivo. De hecho, hay unanimidad en las opiniones.
El penal pitado al Sevilla a simple vista fue falta para todos, pero el Var estuvo muy bien corrigiendo al árbitro. El brazo de Fernando estaba en línea con el cuerpo, según aseguran casi todos los jugadores, especialistas, árbitros y exárbitros, por lo que no era penalti para la Roma. La defensa de la no expulsión de Lamela no resultó igualmente convincente: nunca hay (con razón) tolerancia en los codazos, la ‘roja’ debió ser señalada. El tema más candente, sin embargo, es otro: el banquillo Giallorossi.
