Érase una vez una empresa que llenaba de dinero los bolsillos de sus agentes para convencer a los jugadores de elegirla. Y así, de encargo en encargo, la Roma había escalado en el ranking de los clubes más generosos con los agentes, alcanzando el segundo puesto, por detrás de la Juventus. Un río de dinero, escribe Alessandro Catapano en el diario Il Messagero. Solo en 2020 se contabilizan veinte millones (19,2), algunos menos que los 20,8 reconocidos por los bianconeri. En el quinquenio 2015-20, 103, varios menos que los 190 de la Juventus, pero al mismo nivel que el Inter, una decena más que el Milan y una marea menos que los 17 que abonó Lotito en el mismo lapso.
No es solo por motivos económicos que la nueva dirección de Roma ha decidido poner un alto a esta situación, imponiendo un tope máximo del 10% a las comisiones de los agentes, reconociendo solo uno de los honorarios si el agente es igual a la media entre comprador y el vendedor y que se ocupa del compromiso.
Ante todo. por una razón ética y para respetar la recomendación de la FIFA sobre el techo del 10%, sistemáticamente no escuchada por los clubes (con raras y virtuosas excepciones, Francia por ejemplo). Entonces es una elección que va de la mano con el estatus de su entrenador: la oportunidad de trabajar con José Mourinho debería ser condición suficiente para convencer a cualquier jugador. Por eso los gitanos creen que no necesitan mediación y la única comisión que reconocen en Trigoria es la calculada sobre el salario. Es lógico que esto haya creado cierto descontento, también porque Pinto ha abierto las puertas a fiscales que hacía años que no hacían negocios con los gitanos. Otra advertencia para los navegantes.