64.934 espectadores asistieron, al Stadio Olimpico, para el Roma – Slavia Praha de la tercera jornada de la UEFA Europa League. Todos ellos fueron la voz de los miles que lo hacíamos desde el sofá de casa, el bar del barrio, o el dispositivo móvil que nos conectaba con el terreno de juego romano mientras hacíamos una tarea cotidiana. No nos hizo falta leer el periódico ni ver las noticias; todos sabíamos lo que nos jugábamos, y el equipo no falló.
Clic competitivo
El «todos a una» fue tan bestia como la parábola que se inventó Edoardo Bove para poner por delante en el marcador a los chicos de Mourinho. Lo hizo gracias a una presión de El Shaarawy que derivó en un robo y posterior asistencias. El italo-egipcio repitió quince minutos después. En esta ocasión el agraciado fue Romelu Lukaku, que tras zafarse de la marca de Ogbu coló un zurdazo potentísimo por la escuadra de Mandous. Ya son ocho los goles celebrados por Lukaku en diez partidos con la casaca romanista.
Los dos tantos en diecisiete minutos condicionaron el encuentro, pero más lo hizo la presión alta de la Roma. Conjuntada y coordinada, forzaba al Slavia a jugar con sus centrales exteriores, y ahí El Shaarawy tenía un papel fundamental. La intensa presión del faraón, junto con la labor de tapar líneas de pase de Lukaku, Bove y Zalewski, afixiaron al capitán Holes.
Tras recibir un balón vertical de Ndicka, El Shaarawy pudo asistir a Lukaku para que el este anotara el segundo tanto de la noche. El costamarfileño Ndicka cuajó un grandísimo encuentro con balón. Fue el jugador con mayor acierto en el pase (93%), y el que más distancia progresiva consiguió mediante el pase, el segundo tras Mancini con más balones metidos en el último tercio de campo (3), y el jugador que más metros progresó en conducción.
Dos tiempos diametralmente opuestos
El equipo bordó un primer tiempo muy competitivo. Líneas ajustadas, presión alta, y paciencia moviendo el esférico. Muchos de los matices que se le han echado en falta recientemente al juego giallorosso. En cambio, el cansancio o la distensión se adueñaron de los jugadores en los siguientes cuarenta y cinco minutos. La presión descoordinada hizo que el Slavia encontrara el hombre libre con facilidad. Su progresión provocaba saltos defensivos, y los interiores no realizaban coberturas. Así, el equipo checo provocó connatos de incendio en Roma.
Afortunadamente, los Červenobílí no hicieron leña del árbol caído y los romanistas pudimos celebrar el paso adelante que significa esta victoria. La última nota positiva de la noche fue el debut de Luigi Cherubini, el décimo jugador del vivaio al que Mourinho da la alternativa con el primer equipo. Con nueve puntos en tres jornadas, el camino europeo de la Roma es difícilmente mejorable. Cinco encuentros en fila con victoria y tan solo un tanto encajado en un periodo en el que no se ha podido contar con Smalling, Pellegrini y apenas con Dybala, columna vertebral giallorossa. La unión de equipo y afición ilumina Europa.