De un futuro más prometedor a estar fuera de todo. La parábola de Alessio Riccardi es una de las más particulares de los últimos tiempos en la Roma y su historia parece casi increíble comparado con las altas, muy altas expectativas que el mundo giallorossi tenía sobre él, según informa Il Tempo.
El inicio del túnel (con la esperanza de que pronto vuelva a ver la luz) para el centrocampista nacido en 2001 lo representó el primer intento de una experiencia fuera de la capital: en la temporada 2020/21 se marcha cedido al Pescara , donde sin embargo logra acumular apenas 211 minutos. Todo después de haber hecho chispas en el sector juvenil de Trigoria y de haber debutado en el primer equipo en enero de 2019 ante el Virtus Entella, ganándose también los elogios del técnico italiano Mancini, que le había señalado como posible heredero de fenómenos de la talla de Rivera, Antognoni, Baggio, Totti y Del Piero, hablando también de un posible futuro azul en el Mundial de Qatar.
De momento, sin embargo, el camino no es tan brillante y en el mercado de verano no se encontró una solución para hacerle jugar cedido, y el chico que se quedó en la Roma. Por ello, el club decidió preparar un plan de recuperación para Riccardi, haciéndole entrenar con el Primavera, con el que sólo disputó tres partidos. De cara a enero, se había llegado a un acuerdo con Spal, dispuesto a garantizarle un contrato plurianual: tras una apertura inicial hubo un revés inesperado y una negativa de Riccardi, esto molestó a la Roma y decidió dejarlo fuera de todas las plantillas. Su contrato, renovado en 2019 es hasta 2023 con un salario de 500 mil euros netos anuales, expirará en 18 meses: Pinto intentará encontrarle acomodo, con la esperanza de que no haya nuevos tropiezos.