Esquemas probados, horas de reuniones en la sala de video, entrenamientos dirigidos: desde la pretemporada en el Algarve, José Mourinho ha optado por dedicar mucho tiempo al entrenamiento con balón detenido, considerado, desde los días del Porto, «una gran manera de desbloquear y ganar partidos”, escribe Chiara Zucchelli en La Gazzetta dello Sport.
En Roma, estos entrenamientos específicos están dando los frutos deseados, al menos hasta ahora, ya que el equipo de Mourinho es, de hecho, el rey de las jugadas a balón parado: 11 goles de saque de esquina, 21 en total con balón inactivo, hasta un 42% de las goles de Pellegrini y sus compañeros llegaron por este camino. El segundo equipo más prolífico tras los saques de esquina en Serie A es el Inter, con 9 goles, señal de que nadie, por tanto, ha llegado a las dobles cifras como la Roma. Lo mismo ocurre con el total de balones inactivos: 21 para los romanistas, justo detrás está el Napoli con 19. Mourinho y su staff dedican mucho tiempo a esta solución y no solo porque cuentan con excelentes saltadores, desde los centrales Smalling y Mancini a Cristante hasta el mismo Abraham, al menos en cuanto a tamaño físico, pero porque realmente lo consideran una forma útil y efectiva de llevar a casa los resultados.
Y esto siempre ha sido una constante en la carrera de Mourinho. Así como la productividad de defensas y centrocampistas ha sido una constante esta temporada: si, de hecho, el ataque -Tammy aparte- sufre, tres goles fueron anotados por Ibáñez, dos por Smalling y uno por Kumbulla (en Copa de Italia). A ellos se suman los habituales cuatro de Abraham, luego uno cada uno para Shomurodov y Cristante el penalti de Veretout contra la Lazio y, en el desarrollo de un córner, los goles de Volpato, Bove y Sergio Oliveira. A ellos hay que sumar los tres maravillosos lanzamientos de falta de Lorenzo Pellegrini (que también marcó de penalti al Udinese) ante Cagliari, Juve y Lazio.