Un silencio ensordecedor, los rastros de su presencia hasta ahora solo provienen de las redes sociales, pero por lo demás poco más, escribe Andrea Di Carlo en La Repubblica. José Mourinho no habla desde el 14 de diciembre, víspera de la marcha de la Roma al campo de entrenamiento en el Algarve. Y es posible que no vuelva hacerlo hasta el 11 de enero, cuando debería (el condicional es obligatorio) reaparecer frente a los micrófonos para el partido de la Coppa Italia ante el Genoa.
Un escenario plausible, dada la doble sanción que lo verá ausente en el banquillo en los partidos ante el Bologna y el Milan. Si confirma el guión seguido en el pasado, abandonará ambas conferencias de prensa en la víspera. La ausencia mediática de un comunicador hábil como él no puede dejar de ser noticia. La oferta de Portugal no fue devuelta al remitente, pero se dejó claro que las prioridades ahora son otras, principalmente el contrato que le une a la Roma hasta 2024.
Mourinho lo tenía claro al final de la primera parte de la temporada: quiere más, tanto de los jugadores en la plantilla como del club. Inversión, jugadores listos a elevar el nivel de competitividad de su Roma. Solbakken, los regresos de Dybala y Wijnaldum y quizás Frattesi: cuatro perfiles que pueden cambiar la cara del equipo. Quienes lo han visto después de Japón lo describen como menos bromista, concentrado y muy exigente en los entrenamientos.
El Special One pide ganas, intensidad, personalidad, por eso lanzó un mensaje alto y claro: ojo creer tener la certeza de ser dueño de una camiseta de titular, ya no hay intocables. Entre fichajes, vueltas y un posible regreso a la defensa de 4, el portugués tiene opciones para dar sorpresas con su Roma. Y así, mientras anima a todos a hacerlo mejor, ahí es donde está esperando señales tangibles, del campo y del mercado.