La Roma está furiosa. Al final del partido contra el Atalanta, los Giallorossi anunciaron silencio de la prensa, porque cuando hay demasiadas cosas que decir es mejor quedarse en silencio. Nadie abrió la boca. Pellegrini se ocupa entonces en el túnel al final del partido, lejos de los micrófonos pero cerca del árbitro Aureliano, de revelar todo el descontento de la Roma por la dirección del partido del colegiado de la sección de Bologna considerada muy insuficiente.
El miedo a sufrir otra jornada de descalificación, ante una sanción como ocurrió tras el Monza-Roma o este año en vísperas del partido contra el Sassuolo. Es posible que el técnico prefiera alejarse de los micrófonos ante el riesgo de no poder estar al lado del equipo en los momentos clave de la temporada. Una estrategia que puede dar sus frutos a la hora de evitar sanciones y juicios deportivos, pero que deja una profunda sensación de confusión entre los aficionados cuenta Il Messagero.
Un árbitro que pitaba su partido número 39 en la Serie A, pero entre estos nunca ha habido un gran partido. El primero fue Roma-Atalanta. También hay mucho enfado en el equipo, porque el grupo, a pesar de las dificultades, lesiones y ausencias, jugó quizás uno de sus mejores partidos de la temporada. Mourinho estuvo incontenible en el banquillo, primero fue amonestado al salir del área técnica para pedir una aclaración al árbitro después de no sancionar una falta clara de Kolasinac sobre Dybala y luego fue expulsado después de protestar por una evidente sujeción de Hien sobre Lukaku. Estos son sólo dos de al menos diez episodios en los que el principal toma decisiones cuestionables. Este último episodio enfureció a Mourinho y tras ser expulsado permaneció al margen al menos 30 segundos antes de bajar a vestuarios.
