Era el 4 de junio de 1989 y Antonio De Falchi seguía a su equipo favorito. Era un aficionado Giallorossi que viajó a Milán para ver el AC Milan – Roma. Faltando cinco horas para el inicio del partido y ya estando en las afueras del estadio de San Siro. Porque esa es también la belleza del viaje: esperar, estar junto a amigos con los que sigues al equipo, tomar asiento y empezar a cantar en cuanto se abren las puertas.
Antonio tenía 19 años y se baja del tranvía número 16 con sus amigos para dirigirse hacia el estadio. Llegó temprano en la mañana, junto con muchos otros fanáticos de la Roma que habían viajado para seguir al equipo en tren para presenciar ese partido de final de temporada. Era el Milan de las grandes victorias, en el banquillo estaba Arrigo Sacchi en el campo estaban campeones como Franco Baresi, Alessandro Costacurta, Paolo Maldini, Carlo Ancelotti, Frank Rijkaard, Roberto Donadoni, Ruud Gullit y Marco van Basten. La Roma no venía de un excelente campeonato, pero a Antonio y al resto de los tifosi no les importaba, lo importante es apoyar los colores e iconos del plantel como Bruno Conti y Sebastiano Nela, esperar ver la magia de los goles de Rudi Völler.
Un joven se le acercó, y le pregunta la hora y le pide encender un cigarrillo, luego hace un gesto al grupo escondido que los espera «son ellos, son romanistas«. Antonio y sus amigos no llevaban bufandas ni camisetas que lo identifiquen como tifosi giallorossi, pero el acento romano le delata y desencadena una golpiza injustificada, sí, solo por ser de la Roma. Una treintena de ultras rossoneri inician la cacería: Antonio y sus tres amigos intenté huir pero los atrapan, cae al suelo y al menos diez de ellos le masacran.
Pasan unas decenas de segundos, luego llega la policía y dispersa a los atacantes. El joven de 19 años al principio se pone de pie, habla con los agentes, luego cae al suelo y se desmaya. Cuando llega al hospital de San Carlo Antonio, De Falchi ya está sin vida, los médicos no pueden hacer más que confirmar su muerte. La autopsia posterior determinará que el joven fallece a causa de un infarto, agravado por una malformación congénita de las arterias coronarias. El Milan debería haber celebrado la victoria de la Copa de Campeones ganada unos días antes en Barcelona, en un San Siro que estaba abarrotado pero cuando llega la noticia el estadio se queda en silencio, ya no había más que celebrar.
Hoy ese imagen de chico de pelo largo, nariz afilada y rostro afinado es uno de los iconos de la afición romanista. Hace unos años, por los treinta años de su muerte, la Curva Sud recordó al fan que murió tres décadas antes con una conmovedora coreografía. Unos meses después la afición despidieron a Esperia De Falchi, la madre de Antonio, que para muchos se convirtió en la «madre de todos los aficionados de la Roma«. La familia de Antonio siempre había creído que el resultado del juicio fue insuficiente: el único que pagaba era Antonio Bonalda, de 20 años en el momento de los hechos, declarado culpable y condenado a 8 años pero se le concedió el beneficio de la condena en libertad. Absuelto por falta de pruebas Daniele Formaggia, de 29 años, rostro conocido de los simpatizantes organizados del Milan, y Antonio Lamiranda, de 21 años.