El dinero, como sabemos, puede ser un arma de doble filo, escribe Massimo Cecchini en La Gazzetta dello Sport. Difícil de producir, fácil -si eres un club de fútbol- tenerlo prestado, complicado no tenerlo devaluado.
En los días en que la UEFA comunica la lista de los clubes que más deudas tienen con los bancos, es lógico que incluso un partido como el que hoy disputan Lecce y Roma se convierta en una especie de calvario de futuro, sobre todo si para los giallorossi el objetivo es la Champions League y su tesoro. Pero a estas alturas todos los clubes -excluyendo los del imperio europeo- también se alimentan a través del llamado «trading», es decir, la mejora y venta de jugadores.
Pensando en el mundo entorno a la Roma, hay que decir que José Mourinho ciertamente fue hábil con jóvenes como Zalewski, Bove y si queremos Tahirovic, mientras que tuvo más dificultades con otros cuyo valor, gracias a él, debería haber subido. El caso más llamativo es el vinculado a Nicolò Zaniolo, pero también a Rick Karsdorp, Marash Kumbulla, por no hablar de Matias Viña y Eldor Shomurodov -que se fue cedido con derecho (no obligación) a comprar- que tuvo una tendencia a la baja en la evaluación.
En los últimos días, el asunto Zaniolo ha canibalizado la atención de la afición giallorossi, por lo que salta a la vista la brecha entre el valor pasado y el importe del traspaso, gracias a un contrato que nunca ha sido renovado. Sorprende la involución de algunos jugadores tomados a título gratuito.
Hablemos de Andrea Belotti, que es la sombra del líder atacante del Torino, u Ola Solbakken, arrebatado de la competición al Napoli, que por ahora parece totalmente un pez fuera del agua en nuestro campeonato, como certificó el propio Mourinho.
