Por un lado, el enfado de Mourinho, obligado a ver el partido en una pequeña sala cercana al vestuario, escribe Andrea Pugliese en La Gazzetta dello Sport. Por otro lado, el de la Roma, a la que algunas decisiones de Fabbri no acabaron de encajar. En definitiva, si el partido contra el Sassuolo no empezó bien por la ausencia del líder giallorossi, acabó peor por las decisiones del árbitro del Rávena.
Al término del partido, el club no se pronunció, en cumplimiento de lo decidido el viernes, tras la confirmación de la sanción de dos partidos de Mourinho, pero la decepción (eufemismo) por la conducta de Fabbri en el partido quedó patente entre los directivos de los giallorossi. Y no solo por el episodio del penalti. Como la entrada con el pie de martillo de Ruan en la pantorrilla derecha de Abraham, que podría haber sido castigado con la expulsión (en lugar de la tarjeta amarilla que recibió el brasileño). O la supuesta falta de Matic sobre Frattesi, que provocó la tarjeta amarilla del centrocampista serbio y su posterior sustitución para evitar mayores líos (con la Roma ya en diez).
Y obviamente tampoco le gusto a Mourinho, que estaba en el estadio, aunque nadie lo viera. Él también se enojó con las decisiones de Fabbri, principal del partido de la sección de Ravenna: desde la sanción hasta la tarjeta roja fallada para Tressoldi, de hecho.