No es frecuente ver a dos personas como Hummels y Dovbyk en el aeropuerto, pasando casi desapercibidas, como si fueran dos personas cualquiera. Y así fue ayer, en el viaje de Fiumicino a París para la ceremonia del Balón de Oro. Será un momento difícil para la Roma o quizás una simple coincidencia, escribe Andrea Pugliese en La Gazzetta dello Sport.
Camiseta verde y bermudas blancas para Artem (acompañado de su esposa Yuliia), pantalón azul y camiseta para Mats. Vuelo a las 12.50 horas, con el orgullo de ser los representantes de la Roma. Ya había llevado a 13 jugadores al Balón de Oro (para un total de 19 nominaciones: Totti 4, Voeller 3 y Conti 2 en el podio), pero no había logrado un doblete desde 2001, el año del Scudetto. En aquella ocasión Totti acabó quinto (detrás de Owen, Raúl, Kahn y Beckham pero por delante de Figo, Rivaldo, Shevchenko, Henry y Zidane) y Tommasi 18º. Al final, Hummels acabó en el puesto 29 y Dovbyk en el 30. Poco importa, lo importante era estar ahí.
Al igual que para Hummels, el debut del domingo fue importante, aunque marcado por la mala suerte, con ese gol en propia puerta que amargó aún más su velada. «Estoy feliz de haber debutado finalmente. He estado esperando este momento durante mucho tiempo – dice el defensa alemán – Hace tiempo que esperaba poner un pie en el campo de la Serie A. Obviamente esto sentimiento contrasta con la tristeza por la derrota en Florencia y cómo llego. No estamos contentos con los resultados actuales, pero el equipo está fuerte, en unas semanas las cosas sólo pueden mejorar«.
Para él también, esperando que el domingo sea un nuevo punto de partida. «Eso espero. Los aficionados esperan que el equipo juegue mejor y tienen razón. Aquí me gusta todo: el Club, el ambiente del estadio, el cariño de la gente. Ahora solo es cuestión de mejorar, tenemos que hacerlo lo antes posible«.