No hay democracia en el fútbol. El peso de los roles y el dinero, en última instancia, producen las decisiones que los aficionados (algunos los llaman clientes, nosotros preferimos quedarnos con la palabra aficionados) pueden aprobar o criticar, escribe Massimo Cecchini en La Gazzetta dello Sport.
Sin embargo, la pura y simple fuerza de los números, de las personas que piensan de la misma manera, a veces también puede producir un cambio en la inercia en las opciones, especialmente cuando pueden combinarse con importantes aspectos económicos. Podría ser el paradigma de lo que le está pasando a la Roma respecto a la renovación de contrato de José Mourinho. Quizás la química personal entre la familia Friedkin y el ‘Special One‘ (que en privado es muy diferente al personaje que le encanta encarnar) no sea la mejor que se podría esperar, pero sí la postura adoptada por los tifosi Giallorossi, que se materializó hace dos días con la pancarta de la Curva Sud destinada a santificar el «romanismo» del técnico portugués y pedir la renovación del contrato que esta por terminar, es sólo la punta del iceberg de una postura colectiva que se prolongaba desde hacía meses a pesar de la resultados. Ahora, pues, que la zona de Champions está ahí, todo parece encaminarse hacia una renovación que hasta hace unas semanas parecía una quimera.
Seamos claros, a pesar de que el presidente Dan y sus hijos Ryan y Corbin están estos días en Trigoria, Mourinho dice la verdad cuando dice que no ha hablado de una renovación con los propietarios. De hecho, como es habitual en política, son los «sherpas» de los dos partidos los que llevan unos días sondeando a sus respectivos homólogos para encontrar un acuerdo que no parezca imposible de alcanzar. El sueldo no parece un problema. Por supuesto, la Roma debe respetar las reglas del «fair play financiero», pero el portugués también ha bajado su salario respecto a sus años dorados y, por tanto, el obstáculo puede superarse.
Por el momento, sin embargo, se debate esta planteado alrededor de la duración: el técnico quisiera un contrato de dos años, mientras que los propietarios preferirían una renovación anual, quizás con cláusulas ligadas a los resultados. Sin embargo, ni siquiera esto debería representar un elemento decisivo. Lo único que podría cambiar las cartas sobre la mesa, más allá de un repentino colapso de los resultados en los próximos dos meses, podría ser simplemente el interés por parte de algunos clubes de primer nivel en Mou. Para ser claros, se habla desde hace tiempo de una posible vuelta al Real Madrid en caso de que salga Ancelotti, así como del encanto que el portugués posee a los ojos de los propietarios árabes del Newcastle, que de momento están viviendo un resultado un tanto decepcionante respecto a las expectativas.
Por lo demás, habiendo rechazado por ahora los señuelos millonarios del campeonato saudí, la relación de Mourinho con la Roma se está volviendo cada vez más sentida y visceral, ya que – como explicó el propio entrenador – ha encontrado una afición que le quiere aunque no gane.