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Entre las tareas de Claudio Ranieri en la Roma esta seguir apostando por Niccolò Pisilli

Nuevo entrenador, nuevo campo. Es la regla, casi un dogma. En otras palabras, descubrir el futuro. ¿Cambio en el banquillo? Luz verde automática a las hipótesis: el equipo jugará así, no volverá a jugar así nunca más. Un pasatiempo para expertos y fanáticos que esperan las primeras carreras del nuevo recorrido, escribe Mimmo Ferretti en Il Corriere della Sera. Nada malo y, en definitiva, nada grave.

La nueva Roma de Claudio Ranieri, a juzgar por los posibles onces elaborados por la televisión, los periódicos y las páginas web, no parece contemplar la presencia de la única selección italiana con sede en Trigoria: Niccolò Pisilli. Y el asunto provoca inmediatamente una reflexión: ¿será posible que no haya lugar para alguien así (aunque sea teórico, claro) en tu equipo? Sería una especie de récord: bueno para Italia, no para la Roma. ¿Dónde está la verdad? Conociendo su forma de jugar al fútbol, ​​sospecho que Ranieri tardará dos o tres minutos en enamorarse de Pisilli, que no es citado ni siquiera por las casas de apuestas más generosas para tener un rol importante. Esto no significa que vayan a convertirse en la Roma de Pisilli, evidentemente. Simplemente quiere ser una esperanza: la esperanza de que Ranieri deje que el joven seleccionado italiano desempeñe el rol que más le conviene. Que no es el de un centrocampista ofensivo ni el de un centrocampista.

Es un mediocampista, un intermedio. Puede adaptarse a otros roles, claro, pero ¿por qué obligarlo a adaptarse? Luciano Spalletti se fijó en Niccolò cuando Mister DDR lo utilizó en un centro del campo de tres hombres y no pudo ser una coincidencia. Por eso la misión de Ranieri parece ser la de salvar al soldado Pisilli de la actual vaguedad táctica que lo acompaña. Misión complicada, no imposible. Como siempre.

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