En unos días, la experiencia de la Roma en la bolsa podría ir al archivo. Después de comprar la participación mayoritaria (86,6%) a James Pallotta, el grupo Friedkin tuvo que lanzar la OPA sobre la acción flotante en poder de pequeños inversores. Quienes opten por vender las acciones a la empresa Romulus and Remus Investments, al precio de licitación de 0,1165 euros, podrán hacerlo así el viernes. Esta operación podría ir seguida de la exclusión de cotización, es decir, la suspensión definitiva de la cotización en bolsa, con la salida de la acción de la lista.
En este caso, las acciones dejarían de cotizar en el mercado Piazza Affari y no recibirían el valor diario derivado de los intercambios públicos: el club dejaría de ser una empresa pública y permanecería no cotizada como SpA, con acciones negociables únicamente en transacciones privadas. En la práctica, quienes permanezcan con los valores en mano después de la eventual exclusión de la lista ya no podrán revenderlos a través de intermediarios bancarios y financieros, sino que tendrán que encontrar un comprador privado con quien acordar el precio.
Friedkin necesita al menos el 95% de las acciones para solicitar la exclusión de la bolsa por derecho, que, sin embargo, podría tener lugar incluso si cae por debajo del umbral fatídico. De hecho, uno de los requisitos fundamentales que debe poseer cada acción para justificar la cotización es la presencia de una cantidad suficiente de free float, es decir, valores libremente canjeables, porque están en manos del mercado y no inmovilizados en el paquete de accionistas controladores. Un free float adecuado permite volúmenes de negociación diarios suficientes para garantizar la transparencia en la formación de precios y dificulta la manipulación del mercado con maniobras especulativas. Si la Borsa Italiana considera que este requisito ha dejado de existir, aún podrá ordenar la exclusión, incluso si no se ha alcanzado el umbral.
La decisión de la empresa de dejar la bolsa parece lógica. No hay motivo para apoyar la oportunidad de una cotización en un momento de la vida del club como el actual. La Roma necesita una reestructuración importante: Friedkin compra un club con un desequilibrio abismal entre costes e ingresos (definitivamente agravado por la epidemia) y con un patrimonio neto negativo durante años (los pasivos son más altos que los activos). Esto ya sería una condición de incumplimiento, sin un accionista capaz de amortizar las pérdidas y sostener las inversiones necesarias para garantizar, ante todo, la supervivencia del club.
En esos momentos parece ilógico acudir al mercado para compartir el esfuerzo económico que sin duda será sostenido, porque el mercado tiende a exigir rendimientos económicos por la inversión que nadie puede esperar actualmente, mientras que un accionista controlador puede optar por implementar (y financiar) planes estratégicos para llevar el valor del club a retribuir el capital invertido en el tiempo.
Un accionista que opte por permanecer anclado a la inversión deberá, por tanto, presupuestar una serie de ampliaciones de capital (una de las cuales, ya anunciada, de 210 millones) que eventualmente diluirá el valor de su participación, o tendrá que prepararse para nuevos desembolsos. Esto extinguiría muchas esperanzas de retorno económico. Por otro lado, la cotización hoy presenta a la empresa varios costos y sobre todo implica limitaciones, que pueden afectar la necesaria reorganización financiera e industrial. Restricciones de divulgación obligatoria al mercado, transparencia (que a menudo termina dando información confidencial a los competidores) y costos para mantener estructuras de control corporativo y relaciones con inversionistas. Basta pensar que, sólo para llevar a cabo cualquier ampliación de capital, es necesario convocar una reunión respetando los plazos marcados por el Código Civil y publicar los avisos pagados en los periódicos, es necesario elaborar un folleto informativo que suele requerir unos costes legales no despreciables. Todo esto ya no parece útil hoy.