Vuelven las noches mágicas. Las europeas, desde la llegada de Mourinho siempre han tenido un sabor especial para la afición de la Roma. Dos finales en otras tantas temporadas, las cuales a José le gusta recordar, e intentar decirle que se equivoca. Primero Tirana, luego Budapest, etapas finales de emoción y entradas agotadas que tuvieron su refugio seguro en el Olímpico. Estadio, cómplice de remontadas, cuando hacía falta como contra Bodo Glimt en la Conference (con hat-trick de Zaniolo) y contra Salzburgo y Feyenoord en la última Europa League. O punto de referencia en grandes actuaciones, léase Leicester y Real Sociedad sobre todo escribe Stefano Carina en el diario Il Messagero.
Catorce partidos en el Olímpico, siete por competición, con una balance impresionante: 11 victorias, 2 empates y sólo una derrota, fechada hace ya un año, el 6 de octubre de 2022 ante el Betis. Tras el gol de Dybala, llego un-dos firmado por Rodríguez y Luiz Henrique que obligó a los giallorossi a ganar al Ludogorets y luego disputar el play-off con el Salzburgo para acceder a los cuartos de final. Emociones, escalofríos, miedo a no lograrlo pero muchos goles: 36 en 14 partidos (media 2,5 por partido). Rugidos increíbles, como el del gol de Abraham contra el Vitesse (que evitó la prórroga) o el de ‘La Joya’ contra el Feyenoord en el minuto 89 que nos dio la prórroga y la posibilidad de jugar otra final. Entonces perdimos, vale, pero también sabemos cómo.
Empecemos una vez más. El rival es el Servette con la mirada habitual que sólo el Olímpico puede ofrecer. Una vez más, las entradas estarán todas vendidas, aunque la sanción de la UEFA, que prevé 6.000 asientos menos entre las dos gradas después de lo ocurrido en Budapest («por encender fuegos artificiales, arrojar objetos, causar daños y molestar a la multitud»), limite la capacidad de la instalación a 55 mil asientos. Mou no estará en el banquillo, estará escondido en algún lugar del estadio para cumplir la sanción de la segunda jornada tras las acusaciones por el caso Taylor. Se esperan que lleguen unos 600 aficionados de Suiza. Dublín está ahí, de fondo, un sueño que el ‘Special One’ quiere convertir en realidad una vez más.
Para ello, primero se debe pasar la ronda preliminar. Mejor como primeros, para luego evitar esos dos partidos de playoff con un tiburón de Champions como inconveniente. El rival más temible, que aún evoca malos recuerdos en los actuales cincuentones con esa extraña bisílaba, Vavra, arruinando una fiesta en otro Estadio Olímpico para el recuerdo. Ya habrá tiempo para pensar en los checos. Paso a paso José predica. Entonces, vamos con el Servette.