Si las opiniones sobre el juego y los resultados pueden ser un asunto volátil porque están sujetos a interpretación, la era Friedkin ciertamente pasará a la historia por haber devuelto a la Roma a su público, escribe Massimo Cecchini en La Gazzetta dello Sport.
De hecho, desde el pasado 20 de marzo, el equipo amarillo y rojo ha disputado todos sus partidos como local en un estadio con todas las entradas vendidas. Una racha de 27 partidos (incluido el amistoso de verano ante el Shakhtar Donestsk), que congregó un millón y 666.310 espectadores en el Olímpico, con una media por partido de 61.715 personas. Una barbaridad, que podría haber sido aún mayor si el club no se viera obligado a dejar un sector (variable) a los aficionados invitados, que rara vez se llena. Números de «Bigs» que solo Inter y Milan han podido superar gracias a un San Siro que -también por las limitaciones que se han presentado en el estadio de la capital- es decididamente más grande.
No hace falta subrayar cuánto pudo beneficiarse el equipo de José Mourinho de tal apoyo, todo ello gracias a una política de precios y fidelización llevada a cabo por la dirección gracias a una infinidad de aspectos.