Algo grave está pasando en Roma. El Olímpico se está vaciando. Todo lo contrario a los ‘Sold Out’, uno de los principales méritos de la gestión de la familia Friedkin asegura Roberto Maida este miércoles en el diario Corriere dello Sport.
En un clima de protesta generalizada, la afición romanista se distancia del equipo. Mañana por la tarde, para el segundo partido en casa de la Europa League, la asistencia caerá por debajo de los 60.000 espectadores. Esta es la primera vez que pasaría desde que se reabrieron los estadios post-Covid. Era predecible una caída en la asistencia tras el despido de De Rossi. Para el Dynamo de Kiev, la Roma vendió sólo 10 mil entradas. Si se acerca a los 60 mil es sólo porque 44 mil son abonados. En perspectiva, a este ritmo, es posible que muchos aficionados no renueven su membresía en el Olímpico, lo que corre el riesgo de volver a la época de James Pallotta.
Aún no hemos llegado a este punto, pero el lento e inexorable vaciamiento afectará a la larga al aspecto económico del club. Sin mencionar que un Olímpico menos apasionado afecta el rendimiento de los jugadores. La sensación es que para detener este daño ni siquiera bastará con traer de vuelta a Daniele De Rossi. Sin duda, el arranque en falso del equipo fue un factor cómplice: sólo dos victorias en los primeros diez partidos de la temporada. Los momentos en los que los Friedkins celebraban la Conference League en la calle en un autobús descapotable parecen muy lejanos