Él también lo entendió: salvo milagros, no estará en San Siro. O mejor dicho, no jugará como titular. Porque a Paulo Dybala, en el Meazza, le gustaría al menos estar en el banquillo. No para echar una mano concreta en el campo (nadie quiere correr riesgos), sino para echar una mano fuera de él cuenta este miércoles Corriere dello Sport.
A Paulo le importa, sabe lo complicado que será el partido en Meazza para la Roma, con Mourinho sancionado y Lukaku lidiando con un ambiente hostil. Aquel Inter al que marcó uno de sus mejores goles hace un año, una volea con la zurda que acabó por debajo de la escuadra y que dio a su equipo una preciosa victoria. Sabe que casi seguro no podrá saltar al campo desde el primer minuto, pero al mismo tiempo sabe que estar al menos en el banquillo podrá dar una nueva inyección de confianza a sus compañeros, el mismo dio el pasado domingo cuando vio el calentamiento desde el banquillo para ser visto, para estar presente, para sentirse líder del equipo.
En definitiva, en un partido que promete chispas, ‘La Joya’ quiere dar su apoyo desde el campo y no desde la grada. Está presionando para estar ahí: el sueño sería estar unos minutos en el campo antes de volver a todos los efectos ante Lecce, pero la realidad dice que es poco probable que lo consiga. La prueba decisiva tendrá lugar entre el viernes y el sábado (el mismo día en que se realizaran controles en la pantorrilla de Azmoun, sólo un duro golpe para NDicka, que hoy probará su pie), luego Mou decidirá.