Detrás de la negativa de Claudio Ranieri a unirse a la selección nacional se encuentran Dan y Ryan Friedkin. Los dueños de la Roma no querían perjudicar a la selección italiana ni a la FIGC. Simplemente querían proteger la inversión realizada en Sir Claudio como directivo. Le dieron el visto bueno a Gravina para hablar con él, pero en su mente nunca dieron luz verde definitiva.
Querían comprender las implicaciones de su doble rol, cuánto perdería su hombre de confianza en términos operativos, a quien no le dejaron en manos de su propio equipo la elección del nuevo entrenador. Como informó Andrea Ramazzotti en La Gazzetta dello Sport, no es ningún misterio que el presidente Dan Friedkin y su hijo Ryan tienen una fe incondicional en Ranieri. Les habría gustado confiarle el banquillo que ellos mismos crearon también la próxima temporada.
Sin embargo, el entrenador nunca se ha abierto a la idea de quedarse un año más al frente del equipo. Y es precisamente su férrea voluntad la que obligó a los Friedkins a ir en busca de un entrenador con perfil internacional, un ganador capaz de afrontar y soportar la presión de la afición romana.