Si no es una revolución, al menos llamémosla reestructuración escribe Roberto Maida este domingo en el Corriere dello Sport. Aprovechando el bono ecológico del cambio técnico, los Friedkins exigieron un cambio decisivo en la Roma. Y confiaron a De Rossi la tarea de restablecer la normalidad y la armonía del trabajo en Trigoria, tras meses de tensiones internas provocadas por la incertidumbre urbanística. No se trata de crear una fractura con la era Mourinho, cuyos méritos nadie puede negar en dos años y medio vividos al máximo, sino de crear nuevos equilibrios en una fase de transición.
En menos de dos semanas, no sorprende que De Rossi haya anulado los métodos de su predecesor. No por presunción y menos aún para deslegitimar al ilustre colega, sino sólo para dejar una fuerte huella en el equipo. Los entrenamientos son más largos e intensos que antes, siguiendo la filosofía de DDR que en este sentido ha aprendido mucho de Luis Enrique y Conte: del primero por los ejercicios continuos con balón, del segundo por el ritmo que en cada sesión debe ser muy alta. Fue él, el nuevo técnico, quien confesó después de la victoria contra el Verona que había hecho trotar a los jugadores durante la primera semana en Trigoria: «Alguien al final estaba un poco fundido…«.
El otro cambio inmediatamente reconocible fue el paso al 4-3-3. Está claro que, con el mercado abierto y un calendario asequible, la Roma como club se ha adaptado al cambio técnico. Si Mourinho pidió un central extra, además del joven Huijsen que también ha demostrado que es maduro en caso de necesidad, De Rossi necesita alternativas en las bandas: uno en el lateral izquierdo, para alternar con el ahora lesionado Spinazzola, uno en la parte superior derecha donde Dybala, que se utiliza como número 7 sólo en teoría dado que tiene la libertad de variar en función de la inspiración, no tiene sustituto aparte del emergente Joao Costa. En la izquierda los dos extremos deberían ser El Shaarawy y Zalewski, los delanteros centrales en la plantilla hoy son cuatro, incluido el paciente Abraham, en la derecha, sin embargo, no hay opciones en el banquillo.