Moverse de forma compacta en el fútbol es fundamental. Por eso los aficionados de la Roma – el domingo en Dall’Ara formaron una facción pro Mou y los jugadores les saludaron al final del partido a una distancia prudente – se hacen una pregunta tras la quinta derrota de la temporada: el cuarto en ocho partidos fuera de casa. ¿Coinciden los tiempos de José Mourinho y la familia Friedkin? El ‘Special One’ dominó el post partido, no el partido. Por primera vez dijo claramente lo que los aficionados esperaban oír: «Quiero quedarme en la Roma«.
Todas las propuestas de amor, sin embargo, tienen fecha de caducidad. La que decide Mourinho es más o menos febrero. Ahora está el terrible ciclo con Napoli, Juve, Atalanta y Milan. Luego, el doble choque de la Europa League con el habitual Feyenoord. También en el medio está la Copa de Italia, con un posible derby de la Lazio en cuartos de final. En febrero podríamos saber muchas cosas pero la seguridad sería más bien un fracaso que una gloria. La lucha por las puestos Champions es fundamental para los presupuestos, con más partidos y más ingresos, corre el riesgo de decidirse en mayo o en la final de la Europa League, a la que la Roma llegó la temporada pasada y luego perdió en los penaltis contra el Sevilla (por el papel de honor) y contra el árbitro Taylor (por Mou).
José no aceptaría un contrato anual y pide tiempo suficiente para planificar un plan B. Sin embargo, los Friedkins esperan los resultados, los plazos necesariamente se prolongarán. Mourinho lanzó el balón al campo de los propietarios. Puede que los propietarios no respondan, pero los aficionados están entusiasmados. Los contactos entre el propietario y el técnico son frecuentes, pero no se puede hacer un plan de negocio sin conocer datos fundamentales. Los Friedkins están invirtiendo (232,5 millones entre ampliación de capital y pago de bonos en los últimos meses), pero no a oscuras.