Querido Romelu…
En la vida, todo lo que tienes lo has ganado por ti mismo. Con sudor, esfuerzo, enojo y determinación. Tú, que a los 6 años viste a tu madre llorar destrozada por la situación económica. En ese momento, con el corazón roto, los ojos vidriosos y el coraje de los grandes, le prometiste que algún día jugarías en el Anderlecht.
Tú, que te viste obligado a beber agua mezclada con leche; que te viste obligado a bañarte con una taza de agua calentada en una tetera debido a la falta de electricidad. El dinero era escaso y la rabia era mucha. En una situación tan complicada, hubiera sido fácil tomar caminos oscuros, pero tú solo tenías un camino en mente: el más difícil. El del fútbol.
Siempre has asumido tus responsabilidades. Sin huir nunca de los problemas, sino enfrentándolos con determinación hasta eliminarlos, tal como haces en el campo con los oponentes. A los 6 años, estabas convencido de que el fútbol te salvaría. Siempre convertiste la frustración y el enojo en determinación competitiva. Finalmente, la vida te sonrió. Te dio la razón.
Recuperaste todo lo que siempre habías soñado, con intereses. Ahora, aunque la situación no sea comparable, mucha mala suerte ha afectado tu carrera. Pero tú no eres alguien que se rinde. No renuncias a tus sueños. No te conformas. Todos los caminos llevan a Roma. Elegiste el camino más difícil. Una vez más. Y te entendemos. Nadie como nosotros tiene ganas de soñar. Nadie como nosotros tiene ganas de redimirse. Elegiste un camino en el que tendrás todo y todos en contra. La prensa intentará minimizarte.
Los árbitros ya no tendrán interés en protegerte. Incluso tendrás que lidiar con la opresiva presión de tus propios «aficionados». Pero tú no tienes miedo. Nunca lo has tenido. Siempre has convertido la presión y la adversidad en tus fortalezas. La elección difícil siempre te ha llevado a grandes éxitos. Nunca dejes de luchar, Romelu. Nunca dejes de soñar, Romelu. Estaremos a tu lado. Luchando y soñando contigo y por ti.
Bienvenido a Roma. Estás en el lugar correcto.