“Roma nunca ha llorado y nunca llorará. Porque el débil llora, el fuerte nunca llora ”, dijo una vez Dino Viola. Pero su Roma lloró aquel 19 de enero de 1991, un día triste hace treinta años, cuando Dino Viola murió dejando un legado exitoso, ese scudetto y cuatro títulos de la Copa de Italia.
La Roma se había vuelto grande e incluso “mágica” con Dino Viola como presidente, escribe Piero Mei en Il Messaggero. Padre más que maestro como lo consideraban los jugadores que salían al terreno de juego como Falcao y Pruzzo, Bruno Conti y Di Bartolomei, Tancredi, Nela y en el banquillo el Barón, Neils Liedholm. Y cuántos otros nombres se podrían mecionar, pero hay que mencionar otro: Maurizio Turone. Uno de sus goles fue anulado en un partido ante la Juve, desde ese momento Turone y su gol se volvieron el emblema de todo, fue el símbolo de Viola en la lucha contra el norte que caracterizó su larga época presidencial.
Una «cuestión de centímetros» dijo Viola en aquel momento. El entonces presidente de la Juve, Giampiero Boniperti, a raíz de la frase de Viola le envió al presidente romanista un regalo, una regla para la medición. Viola se lo devolvió y dijo: «Creo que lo necesita más un topógrafo, yo soy ingeniero mecánico». Una Roma a la que Viola le dio una en casa, creando Trigoria por donde se le veía recorrer los campos mientras los jugadores entrenaban. Mientras caminaba por los terrenos siempre tenia una palabra para todos, una refinada charla de otros tiempos.