Cuando veo fútbol siempre recuerdo los tópicos que hay alrededor del balón. Tópicos que en ocasiones nunca se cumplen, pero en la mayoría sí. Por eso es tan fácil aceptar la opinión de alguien que no fútbol. Se agarra a los tópicos y en la mayoría de ocasiones aciertan. Es como chutar por chutar a ver si suena la flauta. Que si el defensa que pide fuera de juego es quien rompe la línea, que si penalti que no es, penalti que se falla, que si el partido no termina hasta que pite el árbitro… y un largo etcétera. No nos engañemos, por mucho que nos guste el fútbol, es muy fácil hacerse pasar por entendido. Como decían los entrenadores cuando éramos pequeños: «no te compliques, control y pase». Pues con los comentarios ocurre igual. Si no te complicas mucho la vida, pasar por todo un experto en la materia de la redonda.
Esta temporada hay un equipo que está sobresaliendo en Italia. El Bologna de Thiago Motta se ha ganado de por vida un sitio en nuestra memoria. No es para menos. Y dentro de ese Bologna hay un futbolista que está brillando por encima del resto y que bien podía estar en las carpetas de cualquier adolescente de instituto si nos vamos 15 años atrás: Riccardo Calafiori.
Calafiori es un farsante. Una rara avis. Alguien que se ha propuesto romper los tópicos. Cada vez que lo veo jugar recuerdo una frase de Antonio Pacheco, una de las manos más autorizadas y refinadas cuando se trata de fútbol y baloncesto en España, donde afirmaba que «un central tienes que ser feo». Cuidado, no es una crítica a Antonio Pacheco. Él no es un farsante como sí lo es Calafiori. Pero me hace realmente gracia porque es una verdad no escrita en el fútbol. Tienes que ser poco agraciado para imponer a tus rivales, ser el tipo duro del recreo para que no te soplen los novatos. Para ejemplos veamos a Pepe, Puyol o Materazzi. Tener cara de loco también te convalidad y se reúnes ambos atributos… enhorabuena: ha nacido usted para ser defensa.
El fútbol ha evolucionado mucho en los últimos años y por supuesto no podemos resumirlo a algo tan infantil. Y los centrales ya no dan miedo. Los centrales ahora juegan muy bien al fútbol, se suman al ataque y tienen porte de galán.
Calafiori ha roto con todos los tópicos en el fútbol. Es un defensa que juega de centrocampista cuando su equipo tiene el balón y acaba de delantero porque quiere dedicarle goles a su pareja. Como cuando en el parque querías meter gol para dedicárselo a la chica que te gustaba. Calafiori lo hace igual. Acaba de cumplir 22 años -el domingo sopló velas- y no solo está siendo el jugador revelación de la temporada en Italia, sino que también es el mejor defensa del Calcio y postula a sumarse a la lista de Spalletti en la Eurocopa. Sobre todo, después de anotarle un doblete a la Juventus, equipo que más suspira por él.
Pero aquí no acaba todo. Si tienes ocasión de verle jugar recuerda que es un futbolista que te va a levantar mucha envidia. Envidia porque querrías ser como él. Porque el caradura va de algo que no es. Parece pertenecer a una boyband y no merendarse delanteros en Italia. Es el yerno perfecto: es guapo, es romano, juega bien al fútbol y acaba de clasificarse para la Champions. ¿Qué más le puedes pedir a la vida?.
Está claro que las tendencias en el fútbol han cambiado. Ya no hay extremos a banda natural, los mediapuntas están en peligros de extinción y los defensas con barba y escasez de higiene personal ahora son chicos tatuados, con pelazo y planta de influencer. Y Calafiori ha venido al fútbol para romper esquemas y -ojalá- coger el testigo de Chiellini -otro central que asustaba con mirarlo- y Bonucci en la selección italiana junto a Bastoni y Mancini.
No sé lo que le deparará el futuro a Calafiori. Lo que tengo claro es que su presente es muy tan atractivo como él y más que ilusionante. Lo que también tengo claro es que si volviese a soñar con ser futbolista ya no querría ser mediapunta para poder lucirme en los partidos: querría ser central, con pinta de rockstar y parecerme a Calafiori.