Gianluca Scamacca es uno de los principales objetivos del mercado Giallorossi. El delantero del West Ham quiere volver a Trigoria, pero de momento aún no se ha abierto la negociación. El exjugador del Sassuolo concedió una larga entrevista a Cronache di Spogliatoio en la que habló de su aventura en Inglaterra y de su pasado en Roma. Estas son sus palabras:
Sobre el campeonato inglés y la lesión.
«En la Premier League, donde tu físico es un componente importante, si no estás al 100%, te barren. Cuando estaba bien, hice 5 goles en un mes. Luego los problemas: primero la rodilla izquierda, que me dolía, luego la derecha. En diciembre resultó que tenía un desgarro en el menisco externo que no me permitía jugar bien, fue un duro golpe porque era la primera lesion de mi vida. No podía moverme, vivía con muletas. Me parecía lento, más lento que los demás. Pero el que va más lento tiene más posibilidades de observar».
Continúa: «Desde que era un niño, la gente ha estado hablando de mí. Sepan esto: todavía no he mostrado mi potencial al 100%. Para muchos, soy un talento no expresado: sé que tengo cualidades que aún están ocultas, pero estoy 100% seguro de que quien me acepta se lleva una ganga. Creo que solo necesito estar en el lugar correcto en el momento correcto. ¿Qué será? Solo lo descubriremos viviendo.
Adiós a Roma
«Nunca llegaré a un punto de llegada. En mi cabeza siempre coloco dos tipos de objetivos: uno a corto plazo, otro a largo plazo. Aunque en la próxima temporada tuviera que marcar 20 goles, en la vigésima apuntaría a marcar 22. Soy muy duro conmigo mismo, muy pretencioso. Desde que jugaba en la calle en mi barrio de Roma. Soy de la calle, nacido en la carretera y criado en la calle, cuando después del entrenamiento me quedaba debajo de la casa con mis amigos para probar las nuevas habilidades. Cuando de chico dejé mi ciudad para irme a los Países Bajos fue un mazazo. Quería probar esta experiencia que me fascinaba y me daria cultura: no se me ocurre nada, Holanda es una escuela de fútbol. Pero empecé a extrañar y volví. Quizá no hubiera tenido que hacerlo. Cuando me fui, los equipos italianos no apostaban en jugadores jóvenes. Y apuntaban a lo colectivo: en Holanda, en cambio, quieren la evolución del individuo. A mi regreso, la filosofía había cambiado. Llegué a casa entre un préstamo y otro. Sentí la distancia. Valió la pena: unos años después debuté en la Serie A, en el Maradona, contra el Napoli. En esos 15 minutos no entendí nada, recordé las primeras veces que fui al Olímpico. Recordé en mí mente cuando pase de los equipos juveniles de la Lazio a la Roma: el corazón no se puede controlar. Observé a Totti cuando era recogepelotas y no le quité los ojos de encima».