Entre los numerosos invitados de Dan Friedkin a Pratica di Mare también estuvo Zibì Boniek, vicepresidente de la UEFA y sobre todo partidario declarado de la Roma, en la que jugó durante tres temporadas entre 1985 y 1988.
Boniek ha sido visto varias veces en compañía de los Friedkins. Ocurría a menudo en el Olímpico, por algunas conversaciones informales cuenta este lunes el diario Corriere dello Sport. Pero recientemente las reuniones se han vuelto más densas. Incluso de regreso de Budapest, donde había ido para la final de la Europa League ante el Sevilla, Boniek viajó en el avión privado del número uno de la Roma junto al presidente de la Federación Italiana Gabriele Gravina.
¿Se convertirá en la figura institucional solicitada públicamente por José Mourinho para mejorar las relaciones institucionales y demostrar la posición política del club frente a los micrófonos? Por el momento no hay nada concreto, más allá de la estima mutua y el placer de salir juntos. Pero en las próximas semanas, los Friedkins podrían ofrecerle un puesto, quizás como consultor externo, aprovechando la experiencia y el conocimiento de Zibì, quien vive desde hace mucho tiempo en las habitaciones de los directivos de primer nivel: también fue presidente de la federación polaca de fútbol hasta 2021.
Boniek, que tiene 67 años, está establecido en Roma con su familia desde que dejó de jugar y nunca ha ocultado que le halaga la idea de trabajar como técnico en el Trigoria. De su regreso se ha hablado en varios momentos, ya desde los tiempos en que la familia Sensi estaba al mando. Pero por una u otra razón nunca se ha llegado a un acuerdo. Esta vez, sin prisas, puede surgir la oportunidad adecuada.