La carrera contra el tiempo ha comenzado, escribe Gianluca Lengua en Il Messaggero. Paulo Dybala aprieta para estar el 31 de mayo en Budapest, pero como protagonista. En cambio, el rol que le está pensando José Mourinho es el de reserva, espectador, jugador disponible para apenas 20 minutos.
El argentino no esta bien, pero su cuerpo pide una tregua porque evidentemente está desgarrado por lesiones, golpes, desgarros y golpes. Paulo no entrena en el campo ni siquiera individualmente como Spinazzola y Karsdorp, que también están lesionados. Está encerrado en el interior del centro deportivo de la Roma en el departamento médico para realizar terapias en el tobillo izquierdo golpeado por Palomino tras el partido de Bérgamo.
Al menos esta es la imagen que pinta Mourinho: «No está entrenando en secreto. No creo que pueda jugar en Budapest, puede empezar desde el banquillo«. Una condición preocupante, teniendo en cuenta que el argentino es el jugador más influyente de la plantilla de la Roma. Excluyendo goles (16 y 8 asistencias), cuando está el equipo tiene mayor porcentaje de victorias (53%); cuando falta cae dramáticamente (38%).
Y luego, no hay que olvidar la media de puntos: con Dybala es de 1,8 y sin él es de 1,4. Esto explica en parte el nerviosismo del Special One cuando tiene que hablar de ello. Da la impresión de que está cansado de dar excusas, de explicar por qué uno de los suyos no está disponible y de recibir siempre un «no» a la pregunta: «¿Entrena con el grupo?».
