Han pasado tres años desde aquel 2018 en el que Javier Pastore se trasladó de París a Roma: tres años marcados solo o casi por su ausencia. Paulo Fonseca también había intentado que volviera a la causa, con un éxito parcial. Pero desde hace unos días las relaciones entre el centrocampista argentino y el club de Trigoria se han derrumbado por completo, escribe Matteo Pinci en en el diario La Repubblica.
¿El motivo de la ruptura? Sencillo: mientras la Roma salió al campo para el primer partido –aunque amistoso– frente a su afición el pasado 14 de agosto, él, el Flaco, tenía otras cosas que hacer. Mejores que la presentación del equipo Giallorossi, de hecho, optó por seguir la del Paris Saint-Germain. Una presencia que es todo menos secreta, dado que ha sido inmortalizada en las redes sociales, y por el propio club parisino. Sin embargo, hay un problema: Pastore no había sido autorizado por la Roma para ir a París.
Y su comportamiento obviamente no agrado para nada los directivos. También por este motivo, el club de la capital italiana intentan forzar su mano para anticipar su salida. Pastore está vinculado a los Giallorossi hasta 2023, pero ahora está fuera de los programas técnicos. Entrena por separado con el grupo de jugadores al margen, y el gerente general Tiago Pinto está tratando de acelerar su adiós definitivo. Negociando una resolución contractual con su agente. Resolución por la cual la Roma no querría pagar incentivos por éxodo (esta es la política de la empresa, que también se aplica a los demás). Pero al mismo tiempo espera poder minimizar la convivencia. Para aliviar su salario bruto de 8 millones, estipulado por el exdirector deportivo español Monchi.