Han pasado veinte años desde el tercer y último campeonato de la Roma. Un recuerdo imborrable en la mente y el corazón de la afición giallorossi que durante días festejó en las calles de la capital la hazaña conseguida en el último partido en el Olímpico ante el Parma.
Un campeonato más que merecido, ganado por el que entonces era uno de los equipos más fuertes de Europa y que logró obtener resultados en todos los campos más difíciles de la Serie A. Totti, Montella y Batistuta llevaron a la capital el tricolor con su gol en el partido contra el Parma.
Aquel 17 de junio, nada podía salir mal: 19 minutos le bastaron a Francesco Totti para enfriar a Buffon y correr bajo la Curva Sud. Una alegría indescriptible para el pueblo romanista. Los sucesivos goles del avión Vincenzo Montella y Gabriel Batistuta materializan una ensoñación que desemboca en una anticipada invasión del campo por parte de la afición, que casi le cuesta a Roma la derrota en la mesa y la despedida del título. El gol de Marco Di Vaio al final fue inútil, estaba hecho: al triple silbato del árbitro Braschi el estadio se convirtió en n un baño de multitudes y banderas, un partido que comenzó en el césped del Olímpico, pasado por el foso del Circo Máximo y continuó durante todo el verano entre banderas, carruseles, cantos y coros. Una revancha contra los rivales de la Lazio que solo 11 meses antes se habían graduado como campeones italianos.
Inmediatamente después de presenciar el triunfo del biancocelesti Franco Sensi, entonces presidente de Roma, se llevó la mano a la billetera, ansioso por regalar a la vertiente romana del Tíber un título que faltaba desde hacía 18 años. En poco tiempo llegaron a la cancha de Fabio Capello Walter Samuel, Jonathan Zebina, Emerson y el ‘bang’ Batistuta. Una plaza caliente como Roma finalmente tenía el personal para apuntar alto. La carga la juega ‘Plutón’ Aldair, quien al comienzo de la temporada comentó sobre el éxito de la Lazio de la siguiente manera: «No sufrí tanto por su Scudetto. Pienso en las caras que harán cuando lo gane. Eso es este año «. Nunca una profecía fue más cierta.
Más fuerte que todos ellos incluso que los históricos rivales de la Juventus, contra los que la Roma jugó el partido clave del Scudetto el 6 de mayo de 2001. Capello y su equipo se presentan en Turín con una ventaja de seis puntos sobre la Vieja, pero a los 6 minutos ya están 2-0 abajo. Parece el comienzo de una pesadilla, la historia de siempre se repite, si no fuera porque Don Fabio a los 33 del segundo tiempo hace lo que nadie esperaría: fuera del capitán Totti y dentro de Hidetoshi Nakata. Los japoneses anotaron el 2-1 con un espléndido disparo desde fuera y propiciaron el 2-2 de Montella, rápido para aprovechar el torpe rebote de Van der Sar. La conciencia adquirida en ese partido abrió el camino a un éxito histórico, que después de 20 años sigue vivo en la mente de todos los giallorossi presentes ese día.